jueves, 10 de junio de 2010

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Saludas. Levanto la vista y te miro. Sonríes y no dejas de caminar. No soy capaz de articular ni una sola palabra y te respondo con un movimiento de cabeza. Tonto, soy tonto. Vuelvo la cabeza y te veo marchar. Tu pelo se mueve al compás de tus caderas. Me encantas. Intento seguir a lo mío pero es difícil cuando ya no puedo apartarte de mi mente. Pasan los minutos y rezo para que vuelvas a pasar a mi lado. Voy en tu busca, casi sin quererlo, casi de manera inconsciente, voy a tu encuentro. Atravieso el puente sobre el estanque. La luz del sol de la tarde hace que el estanque se transforme en mágico...ahí estás, en tu banco, charlando con alguien que se ha acercado a ti después de oirte tocar. Le sonríes. Le odio. Giras la cabeza y me miras. Tus ojos vienen a mi encuentro. Mueves la cabeza a modo de saludo y yo levanto la mano. Estoy paralizado. El extraño se va. Miras tu violín y tocas sus cuerdas. Te muerdes el labio y yo me vuelvo loco. Ya está, es definitivo, me he enamorado. Daría un mundo porque me tocarás como tocas tu instrumento, daría la vida por notar tus labios sobre los míos. Tocas. Me acerco.El corazón se me va a salir del pecho. Eres magia. Lucharé contra los dragones y las quimeras, me adentraré en bosques imposibles, pisaré castillos encantados...todo solo porque tú también me ames.

1 comentario:

Carlos L. Melús dijo...

Estas cosas no sólo son literatura. A veces suceden. Mucho más de lo que creemos. Cuando te pasan a ti, ya no las puedes olvidar nunca.