Cuando Amira era pequeña ya sabía lo que quería hacer en la vida: vivir. Un día decidió que quería ser astronauta, pero una de sus hermanas la dijo: "¡Uf, Amira! Eso es muy complicado, tienes que estudiar muchas matemáticas y a ti no se te dan bien". Eso habrá que verlo, pensó Amira, y se concentró tanto en aprender matemáticas que ese año sacó excelentes notas. "¿Ves? Puedo hacer lo que quiera". Lo del espacio la duró poco, porque vio en televisión un reportaje sobre Egipto y decidió ser arqueóloga. Otra de sus hermanas le dijo que para cuando ella fuera mayor y pudiera ir a desenterrar cosas al desierto ya lo habrían descubierto todo. Pero ella se empeñó y aprendió todo lo que había que saber para ser una gran arqueóloga.
A fuerza de ponerla obstáculos y pegas ella se fue haciendo más fuerte, orgullosa demostraba a todo el mundo que podía hacerlo si se lo proponía. Con los hombres la pasaba igual, "es muy feo", "es muy tontorrón", " ¿y esos pelos?", "es muy mayor", "es muy joven"... Y ella se enamoraba más del objeto de las burlas de sus hermanas porque todo el mundo merecía una oportunidad. Y cuando llegó el hombre perfecto para todos ella pensó: " algo falla". Y algo fallaba, un día la pegó una bofetada por reirse en un momento que él no consideraba oportuno. Y se acabó el hombre perfecto y su relación con ello. Y Amira siguió viviendo a su aire y las críticas de su familia volvieron, lo que la hizo sentir el Universo en orden.
continuará...